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ROBIN Y MARIAN

 

 

 

 

 

 

 

 

La película comienza como un cuadro de Paul Cézanne, unas manzanas frescas y otras marchitas, sin lugar a dudas, recuperar el tiempo perdido, es lo que propone esta fascinante historia de amor y amistad, la mejor película de Richard Lester, una elegía sobre la decadencia de un mito, Robin Hood y su relación romántica con su amada Marian. Nunca hubo un Robin tan maltrecho y avejentado. Ni una Marian tan desconsolada de tanto esperar al héroe. El gran acierto de Lester, creo que se basa en una desmitificadota mitificación. Y es que el irregular cineasta puso todo su amor, corazón y sensibilidad, impregnado de su típico humor iconoclasta y, sobre todo, mucha ternura. Gracias a un excelente guión de James Goldman, célebre por “El león en invierno”, otra gran obra que merece una critica, y sobre todo volver a verla revisión. El bosque de Sherwood ocupa un lugar en la geografía mítica de varias generaciones: sus pobladores, bandidos, proscritos, monjes belicosos, juglares y bufones, encarnaron en nuestra infancia el espíritu de rebeldía y de la justa redistribución de la riqueza, llena de momentos mágicos. Robin fue el noble que renunció a privilegios para luchar contra el usurpador, Juan sin tierra. La burlona beligerancia de Robin contra el tirano y su principal esbirro, el sheriff de Nottingham, su destreza con el arco y su adhesión incomprensible a un Rey, Ricardo, que había abandonado su reino y súbditos para ir a las cruzadas, y eso les pareció a todos una irresponsabilidad.

 

Ahora aquel bosque está vacío, casi petrificado, sin la alegría y el jolgorio de años antes.... El film de Lester confirma nuestras sospechas sobre Ricardo y nos depara la tardía satisfacción de ponerlo en su sitio. Seguramente cineasta y guionista pensaban como nosotros, presentándolo como un Rey presumido, despótico, caprichoso e insensato. El film comienza siguiendo las órdenes de Ricardo., de este modo, Robin y su fiel e inseparable Little John, que han regresado tras 18 años luchando en tierra santa, asedian un castillo y pretenden tomarlo. Pero en la fortaleza tan sólo hay mujeres, niños y un viejo y malhumorado tuerto al cuidado de ellos. Tras renunciar al inútil asedio, serán encarcelados por el monarca que en busca de un inexistente tesoro, toma personalmente por la fuerza el castillo. Mientras Marian se encuentra bajo hábitos en una abadía. Fué rodada en España, con técnicos españoles, una gran fotografía, luminosa, lírica y evocadora de David Watkin, la tierna y romántica música del gran John Barry, un estupendo reparto, entre la que aparece unos segundos una jovencísima Victoria Abril. Lester consiguió una película personal, sugerente en matices, en definitiva una obra de autor, intimista pero sin renunciar a la aventura, diálogos de hermosas palabras, de un fascinante lirismo que hace que sintamos como ellos ese amor eterno “Hasta que caiga la flecha”. Cubriendo la película con una patina de melancolía muy beneficiosa para ella, pues desde su producción ha ido ganando prestigio entre los que amamos el cine. Una joya de los años setenta.

 

 

Film que se sale en todos los sentidos de lo convencional. Aborda la historia de Robin Hood con el personaje envejecido y bajado desde las alturas del mito al suelo de lo humano. Lester filma esta historia denunciando como nadie ha hecho en el cine que el venerado Rey cruzado, Ricardo "Corazón de León", fue un bárbaro cruel, sanguinario, despiadado, criminal, etc., y para ello nos cuenta de él por boca de Robin Hood algunas de sus hazañas inhumanas y de criminal de guerra ocurrida en Palestina, que ponen los pelos de punta. Lester rueda este film con amplísimas tomas paisajísticas que son una maravilla de belleza. Además entremezcla el argumento con una banda sonora musical de auténtica calidad y con toques de humor basado en el realismo simple. Pero, sobre todo, nos sabe presentar de una manera muy natural, la historia de amor entre Robin y su antigua novia Marian, a la que encuentra de nuevo después de muchos años convertida en la abadesa de una pequeña comunidad de monjas, haciendo que ambos, a pesar de su madurez, afronten un nuevo intento de saborear la copa de los amores o del enamoramiento y apurarla a tope.

Ni la versión de Kevin Reynolds con Kevin Costner, que es puro entretenimiento y espectáculo, ni la de Ridley Scott con Russell Crowe, que de realista es fría, sin sentimiento, ni la de Michael Curtiz con Errol Flynn, un tanto cándida, aunque muy hermosa. Para mi, la mejor versión de la leyenda del ladrón que robaba al rico para dárselo al pobre tiene la firma de Richard Lester, con Sean Connery como Robin de Locksley.

Tan sólo por esta declaración de amor que Marian le hace a Robin Hood, merece la pena contemplar esta interesantísima película:

- "Te amo....Te amo más que a todo, más que a los niños, más que a los campos que planté con mis manos, más que a la plegaria de la mañana o que a la paz, más que a nuestros alimentos. Te amo más que al amor o a la alegría o a la vida entera.....Te amo más que a Dios "-.
 

 

A mediados de los 70 Lester tuvo la osadía de arrancarle la perilla a Errol Flynn y entregarle a James Bond las entrañas de Robin de Locksley. Le obligó a trepar murallas de verdad; le obligó a resoplar como un oso mientras luchaba con la consecuente tosquedad de un sexagenario; le obligó a exhibir impúdicamente calva y nalgas, le obligó a reavivar el fuego de una pasión nunca extinguida; le obligó a mostrarse entrañablemente ridículo y, por si fuera poco,.. ..le obligó a morir postrado en el camastro de un convento, lejos del fragor de la batalla. Sin embargo, Lester no destripó al mito. Lo humanizó. Estoy ante una de las mejores películas del director americano Richard Lester, con un Sean Connery soberbio, en la piel de un Robin con veinte años mas y con una Audrey Herburn, que se encontraba por entonces retirada del cine y sin embargo hace aquí uno se sus mejores trabajos.

Cuando uno ha visto “Robin de los bosques” de Curtiz y luego ve esta, se nota perfectamente ese romanticismo, esa nostalgia que nos transmite esta película. Ese bosque ahora vacío, petrificado, que ya no es el bosque de Errol Flin. La película es un volver, es como ese volver a esos lugares que fueron escenario de los mejores acontecimientos de la vida de alguien y que cuando vuelve veinte años después se ve que ya nada es igual, que el tiempo es un ladrón. Hay un protagonismo en toda la película de ese paso de tiempo, de ese tiempo perdido. Destacar que es una película rodada en España, y que los decorados son obra de Gil Larrondo que transmite perfectamente en sus decorados ese paso del tiempo. También destacar el guión, con unos diálogos maravillosos, cargado de un lirismo excepcional, de unos personajes que redescubren el amor. Y por supuesto destacar la magistral banda sonora de John Barry, ese gran compositor que sabe meterse en la historia, en esta historia de romanticismo, de volver a aquellos lugares felices... y todo esto expresado en una música sublime.
En definitiva, una película excepcional que nos muestra esa otra cara del héroe cuando pasa el tiempo.

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Robin y Marian pasaron largo tiempo sin verse, cada uno sobrellevando la vida que nos toca. Años atrás se amaron con juventud. Un día el viejo, fiel, aventurero decide regresar a su pasado porque la cuerda que le ataba se ha roto. Un amigo ha muerto. El arquero vuelve al bosque con las articulaciones doloridas y vacilante ante lo que se puede encontrar... Encontrarla a ella....Y se encontraron.... Ella observa con el pelo corto cómo él orina sobre la hojarasca. Por la mañana y alrededor del fuego para el desayuno, con los ojos torpes....Robin y Marian vuelven a estar juntos.
 

Esta película es la más entrañable de las historias de amor que se han filmado. Está todo tan...cercano...todo tan lejos...

 

El director retoma el mito, con un enfoque crepuscular, construyendo de esta forma, un exquisito film romántico, que logra emocionar, si necesidad de caer en la sensiblería.... Tras muchos años de hazañas en los bosques de Sherwood, Robin cansado y envejecido, decide regresar de las cruzadas en busca de sosiego para pasar sus últimos días al lado de su gran amor Marian. Lo que se encuentra es un Sherwood muy cambiado, hostil y una Marian metida a monja. Como buen aventurero Robin es incapaz de mantenerse activo y retoma sus viejas aventuras y el amor de Marian, eso si, con muchas más dificultades que antaño, ya que los años no pasan en balde. Audrey Hepburn, que regresa al cine, tras su ausencia de muchos años para dedicar tiempo a su hijo, y Sean Connery, que busca desesperadamente separarse de la larga sombra del agente 007, conforman la pareja perfecta , desprendiendo una química que ayuda en gran manera a que el film alcance la esencia deseada. La película concluye con una de las escenas de amor más arrebatadoras de la historia del cine.

Una magnífica película, excitante y bien plasmado el planteamiento argumental: el mito de Robin 20 años después cuando éste, regresa al bosque de Sherwood, al reencuentro con su amada lady Marian, su desengaño con Ricardo Corazón de León, los viejos amigos, el sheriff de Nottingham, el impersonal Juan sin Tierra... Toda la iconografía legendaria que envuelve este mito servida en un registro de desmitificación y nostalgia, en un tono crepuscular en el que el héroe a pesar de su cansancio conserva su esencia idealista. "Robin y Marian" es más que un film de aventuras... es un melodrama fascinantemente romántico, con idónea pareja protagonista, una película lírica sobre el Amor y el Tiempo dónde se logra emocionar con ese amor infatigable de dos supervivientes que siguen siendo dos ilusionados corazones inatacables, que conservan la esencia y lo básico, su sustancia por encima de lo accesorio, el elixir rejuvenecedor y recuperador de los paraísos perdidos. He aquí varios ejemplos de ello, dentro del gran guión de Goldman:

-"Robin, hazme daño, hazme llorar", "Te amo más que a Dios" -


Rodada en España, con dirección artística de Gil Parrondo y vestuario de Yvonne Blake. El memorable epílogo de los dos amantes moribundos:

-"Dónde caiga la flecha, llevamos juntos y déjanos allí"- Robin a Little John -

 

 

 

 

El Robin de Sean Connery ya no es el joven atlético que Errol Flynn interpretó en 'Robin de los bosques', ni la Marian de Audrey Hepburn es la bella doncella Olivia de Havilland sino una mujer de edad, metida a monja. Sus cuerpos han envejecido, pero cuando se reencuentran tras años de separación y vuelven a verse liderando un ejercito de campesinos contra los excesos del sheriff de Nottinham, se ven rejuvenecidos en su espíritu y en su amor. Se desmitifica la figura del héroe inglés sin quitarle un ápice de dignidad y aprovechando para narrar una de las más bellas historias de amor. Definitivamente, lo que da significado a la vida no es satisfacer el ego, es satisfacer el alma. Quizás no sea el triunfo en el fragor de la batalla, ni la medalla en la transpiración de la competencia, lo que nos haga sentir plenos, y acaso sea la voz dulce y la suavidad de su piel al roce con la nuestra, lo que nos haga sentir dicha...“Fui triunfador en todas las batallas, pero no sé si realmente gané”, se pregunta Robin Hood, mientras habla con su amada Marian, tras 18 largos años de haberse separado de ella. El reencuentro con Marian, convertida en la madre Jennet, abadesa de un refugio donde se cura a los enfermos y se siembra la tierra para calmar el hambre, se colma de nostalgia… y de esperanzas nuevas. Volver a ver a aquella mujer con una belleza que no diluyen los años y con un carácter que se afirma cada día, significa para Robin un oasis que lo aleja del esfuerzo vano y de la lucha infame, y lo devuelve al amor de su vida y a un remanso de paz. Pero, el rey Juan sigue en el poder, y el alguacil de Nottingham está persiguiendo a su amada, así que, no hay más remedio que preparar la última batalla. Lester acierta por fin con un filme romántico y pletórico de añoranza donde, dos personajes que sienten el paso del tiempo, tienen la dulce oportunidad del reencuentro y alcanzar juntos la eternidad. Son un poco como Abelardo y Eloísa...su amor también parece imposible, pero una declaración de amor, bella y sin límite, quizás ponga el sello de eternidad a ese gran amor.

 

Unas modestísimas locaciones, una fotografía sin artilugios, y una sutil partitura musical, sirven de marco a una historia que se defiende por la fuerza del amor latente en ella, por la firme y transparente amistad que se da entre Robin y su eterno Little John, y por la significativa dignidad que reluce en el enfrentamiento entre Robin Hood y su archienemigo, el alguacil de Nottingham. Para mi, Sean Connery, Audrey Hepburn, Robert Shaw y Nicol Williamson, están intachables en sus caracterizaciones, cargan con todo el peso de la historia y logran que ésta se mantenga, como se mantienen las obras de culto en el cine.  

Un filme que llegará y entusiasmará a los corazones románticos.

 

 

La historia se aproxima a diferentes contenidos de diferentes formas, de tal manera que es posible quedarse en un canto al amor, al pensar que esta cerca de lograr ser una obra maestra de categoría y se quedó finalmente, como dije anteriormente, en pieza de culto. Hay aventuras, sin embargo son muy humanas, despliegues físicos reales. Si intentan escalar un muro lo hacen despacio porque en realidad esas cosas no se hacían a la velocidad de la luz, igual que las luchas, hay en todo el conjunto de la acción un reflejo real, posiblemente como lo hubo en la edad media, y eso puede gustar o no pero nunca deja indiferente. Otra cosa es el humor, las ironías que usan los personajes y su manera de hablar... son loables. Lo que destaco por encima de todo, como la mayoría de los críticos, es esa historia de amor que eleva la película más allá y para los que les guste la forma de tratar la acción y ese tono de humor tenemos la perfecta película semidesconocida que a todos se nos ofrece como obra muy personal. Yo me quedo con ese amor verdadero, intermitente, lleno de luz y sensibilidad inaudita, cuando se dicen las cosas, con el grado emocional exacto, como tirar una flecha por la ventana, como decir que no te he olvidado nunca, que tu lugar está aquí dentro de mi pecho, como galopar por los prados verdes, con sinceridad y orgullo, amar cuando sea, hoy o en la edad media.

A partir de este original planteamiento, vemos como el mito se tambalea pero el romanticismo se mantiene inalterable, y roza niveles que el resto de propuestas no logran alcanzar. La historia de Robin y sus amigos contra la tiranía del rey Juan cede parte de su protagonismo a una de las historias de amor más bellas y penetrantes, la que nos regalan Connery y Hepburn, inmensos, en estado de gracia. El otro ángulo del triángulo amoroso lo pone Little John (Nicol Williamson). Ya no es sólo el compañero que sigue a Robin tras pelear con palos en un puente. El pequeño John oculta el sufrimiento por su amor a Marian para salvaguardar la inquebrantable amistad que le une a Robin. Y es que además están los quince minutos de Richard Harris, con una portentosa (como siempre) interpretación del vil y sanguinario Ricardo Corazón de León, ajeno al falso mito implantado por el cine anglosajón. Y Robert Shaw claro, un Sheriff de Nottingham rico en matices, no el recaudador sin escrúpulos de siempre. La relación de Nottingham y Robin es de respeto y admiración mutua, aún sabiendo que el enfrentamiento entre ambos será ineludible.

Es en entonces cuando Robin vuelve a ver a Marian…su Marian… nuestra Lady Marian. Tan bella como siempre y el doble de resolutiva, ya no es recuerdo idealizado, si no una mujer que ha encauzado su vida. Se palpa el dolor en las conversaciones entre ambos. El dolor y la equivocación, de haber creído cada uno que su deber era más importante que el corazón. Paseando entre las ruinas de su antiguo hogar uno piensa que 30 años no es nada, que se puede recuperar el tiempo perdido, y que probablemente las heridas sanen. Pero no son heridas, hace mucho tiempo que cicatrizaron, hace demasiado que se cerraron con ayuda de otras pasiones. Son dos personas que aprenderán a vivir juntas, agobiados por el peso de las expectativas, pero han encontrado su sitio en los brazos del otro, un sitio que probablemente siempre les estuvo esperando. Es de agradecer la desmitificación: las armaduras pesan, casi tanto como los años, hay una Inglaterra que se cae a pedazos y Sean Connery con Audrey Hepburn no tienen pudor alguno en tapar sus carnes curtidas en otras tantas batallas, otras tantas idealizaciones. Lo que ayer era una lucha estética hoy es algo sucio, a traición y donde los contrincantes resoplan cada cinco minutos. Porque todos nos hacemos mayores, los mitos también, y probablemente 'Robin y Marian' tenga la mejor comprensión de ellos: sin burla ni exageración, tan solo inmensas dosis de cariño y, algún tipo de redención. Robin nunca volverá al campo de batalla, ya no puede su cuerpo aunque su corazón diga que sí. Pero ese corazón pertenece a Marian hasta el final, él no se de cuenta pero…. ¡qué bonito darse por fin cuenta ¡. Se podrá creer que Marian condena a Robin a un recuerdo sin honor, pero al contrario: ella le libera de sus aventuras, de la condena de ser siempre el eterno caballero que vuelve al campo de batalla. Y eso, solo lo hace alguien que te quiere con el alma…"Nunca se volverá a repetir este día" -dice Robin – y es cierto....nunca abandonará nuestra mente.

Probablemente no hay melancolía más dulce que la de los tiempos pasados y a la vez más traicionera, capaz de confundirnos constantemente una vez despertados.

 

 

 

Últimamente vemos filmes tan típicos, incluso encorsetados en una apariencia supuestamente transgresora, que cuando nos encontramos con uno que ofrece una inesperada bofetada emocional, no sabemos ni cómo reaccionar. Eso es generalizar demasiado, realmente hay de todo en las carteleras actuales, lo que ocurre es que suele abundar lo más previsible. Por ello, cuando creemos ver una película dirigida por un director clásico, unos actores míticos y que versa sobre las aventuras de una leyenda tan conocida como Robin Hood, que cuenta ya con tantas adaptaciones, lo último que esperas es un filme tan crepuscular como este. Es, en otras palabras, lo que hubiese deseado realizar Ridley Scott en su versión sobre el arquero. En un principio, el filme parece uno más de aventuras de Richard Lester, incluso conservando su peculiar humor, el cual siempre he encontrado un poco inadecuado. Sin embargo, la fuerza de unos diálogos tan conmovedores y profundos acaba cambiando por completo la perspectiva que se pueda tener sobre la misma. De hecho, a medida que avanza la trama, ésta se hace cada vez más y más cruda y melancólica, llegando a mostrar momentos de difícil escapatoria en los cuales deseas la llegada de los dioses y lo resuelva todo. Pero al final nada es lo que esperas, la realidad choca contra la leyenda y la voltea, tumbándola de una forma tan poética como cautivadora. El amor toma el protagonismo más absoluto, un romanticismo como pocas veces se ha visto, a la altura de la historia original de Romeo y Julieta. Se trata de un amor que no atiende a la razón, que se torna tan grande que incluso dirige el destino de los protagonistas. Sin duda, uno de los filmes más bellos que se hayan realizado jamás en este aspecto. Esto sí es humanizar el mito. Hace que me pregunte si Ridley Scott llegó a ver siquiera este cautivador filme, porque, como ya he dicho, es todo lo que debería haber sido su versión. Diablos, si hasta retrata a Ricardo Corazón de León de una forma poco noble y sin embargo muestra un Sheriff al que respetar como enemigo....

No puedo ser objetivo. Es uno de los films románticos mas bellos y que cada vez que vuelvo a ver,  me sigue emocionando. Un magnífico guión, rodado con pulso maestro donde las escenas están al servicio de un "crescendo" que culmina en un final apoteósico. Es de esas películas ante las que uno se pregunta dónde están las claves de su maestría. Es la fusión de una historia con un director en "estado de gracia", que lleva el film a cimas que no repetirá. Dos interpretaciones con lo que ha convenido en llamarse "química".

 

Pero lo que más me llamó la atención y el espectador se dará cuenta, es la historia de amor, un reencuentro tras muchos años con una mujer no siempre sale bien y menos cuando pasa tanto tiempo, pero en esta ocasión Connery que aunque maduro todavía conserva la figura de galán y tiene las de ganar, la vuelve a seducir como caballero que es y ella como una dama enamorada vuelve a rendirse y caer en su regazo, en unos planos muy bien fotografiados, que representan una de las escenas de amor más hermosas que he visto en la gran pantalla. No me canso de reiterar que es una hermosa historia de dos personajes, unidos por el destino, con extraordinarias actuaciones de los secundarios y dos leyendas del cine de todos los tiempos, corroborando su enorme química entre ellos y en un tiempo en que ya las apariciones del ángel en el cine son pocas, apareciendo Audrey con solo otro vestuario de Givenchy que siempre la hizo lucir perfecta. Todos los momentos el personaje de Robin hará alusiones a los viajes que realizó con el rey durante las cruzadas, reflexionará sobre las barbaridades que se cometieron en tierra santa, así como el amor que creyó perdido. Los dos tenían una relación preciosa de amor, que se vio interrumpida por las necesidades de la guerra. Pero en la propia película este amor se volverá a desarrollar, de una manera apasionada, pese a los recelos de Marian, que finalmente acabará abriendo su corazón. El envite entre estos dos y sus constantes reflexiones sobre los océanos del tiempo son en gran medida la salsa de la película. Lester plasma estas sensaciones, poéticamente, pero también sin olvidar que los dos personajes no son ya jóvenes y esto el director lo tiene muy claro. De todas maneras el azúcar no domina la película y no se impone en ningún momento del film, pese a lo que nos pueda parecer. No olvidemos que tenemos a Lester, maestro de la ironía y el humor fresco.... recordemos no sólo ya las películas de los Beatles, sino su otra interesante película histórica, como es “Golfus de Roma”. No sólo vemos la personalidad de Robin, esa ironía del hombre que ya lo ha visto casi todo y también algún que otro momento cómico, como la patada en los mismos que propicia Robin o la persecución en el castillo, y enseñarnos que Robin ha perdido cierta agilidad, al igual que su hermano John... En resumen, un film que no tiene desperdicio y, como algún critico apuntó “lo que hubiera dado Ridley Scott por haber sido du director.

Su argumento hace una equilibrada miscelánea de géneros, el de aventuras, comedia, y el que más brilla al final, el romanticismo más penetrante, gracias a unos de los finales más hermosos, romanticismo que no empalaga, dosificarlo entre la historia épica contra el villano. Se centra mucho más en el humanismo, en la fragilidad, en la debilidad del cuerpo y del espíritu. Sean Connery sublime en su héroe venido muy a menos, emite la pesadez de los años, las arrugas del paso del tiempo, el cansancio del cuerpo, pero ello dejando a la vista su espíritu indómito, rebosante de carisma y una fabulosa empatía, humanizando de modo espléndido al mito Robin Hood. Audrey Hepburn tras ocho años lejos de las pantallas volvía de modo extraordinario, desbordante de encanto, melancolía, dulzura,  ternura, en cada secuencia con Connery y entre los dos surge la química apoteósica, de modo fresco, sin maniqueísmos, complementándose, con sus estremecedoras miradas. Richard Harris arrolla con su fuerte y visceral personalidad, un volcán que emana carácter. Robert Shaw es un sheriff templado, taciturno, lacónico, noble, y lo hace con silencios y miradas que dicen más que mil palabras, exhibe flema y majestuosidad, soberbio en el duelo con Robin Hood. Nicol Williamson demuestra ser un gran complemento para Connery, siempre a la sombra, pero manteniendo el pulso sin quedar ensombrecido,

 

Se trata de una fábula maravillosa, una historia de otro tiempo para escuchar en un bosque. Es como Romeo y Julieta pero pasados por el encanto de la experiencia y una pátina mayor de cultura.

 

 

 

 

 

 

"Y luego el audaz Robin Hood, y su dulce novia de la mano, van a la glorieta verde, donde los pájaros cantan con placer en el alegre Sherwood… Robin y Marian vivieron juntos durante mucho, mucho tiempo. Vivieron tan felices y se amaron tanto, que "amar como Robin Hood y Marian" llegó a ser un proverbio. Y hasta el día de hoy, en el lugar donde vivía Marian antes de ir al Bosque Verde, y donde fue sepultada, todos los años le dan un premio al hombre y a la esposa que han vivido muy felices juntos."
 

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