ESPERO VUESTRA

OPINIÓN

 

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EL PIANISTA

 

 

 

 

 

 

Vi a Vladek, alma ingenua y romántica, cuando grababa a Chopin en el piano del estudio radiofónico y estallaron los cristales. Entonces el Ruido empezó a adueñarse de esta parte del mundo. Por doquier las bombas y las armas, pero también las voces estridentes, las risotadas zafias, los pisotones marciales que lo jaleaban, preparando el camino. Vi a Vladek, cuando quedó incluido en el ghetto y tocaba la kawiarnia donde se ventilaba en trapicheos de estraperlo el dinero que todavía quedaba. En aquel rincón tus dedos se deslizaban por el teclado y durante unas horas neutralizaban el sordo retumbar de la matanza que se estaba fraguando. Le vi en la estación, cuando escapaba del tren en que, como ganado, los vecinos eran enviados en masa al exterminio tras compartir en silencio briznas de un caramelo pagado a precio de oro. Le vi, escondido de piso en piso, amparado por la Resistencia, que no te dejaba colaborar y se encerraba en apartamentos y buhardillas para salvar su vida. ¡Cómo se estremecía al oír las notas de la suite de Bach que una protectora tocó una vez al violoncello! Te alimentabas de notas porque tu espíritu de artista inocente fue siempre puro y solamente musical, incapaz de pensar en buenos y malos. Y pobre Vladek, no siempre podía llevar comida. Sentado junto a la mesa días y días, fumando y tomando té y apenas las migas raspadas en la despensa vacía o diez alubias que ibas racionando. Y tocar mudamente en el piano el concierto que llegaba de una radio vecina a través del tabique. Una radio no judía, mientras el ghetto era aniquilado. Delirabas en el invierno de hielo, vagando por las ruinas de Varsovia devastada, entre balas perdidas y obuses tercos, sobreviviendo tú también terco y perdido, como un náufrago de una Humanidad torpedeada….Y vi cuando, siendo ya un doliente desecho, llegaron a ti las notas del “Claro de Luna” y con ellas la misteriosa cofradía de los melómanos, una escotilla a la vida, para que de tus despojos emergiera El Pianista y, tiritando y exhalando un vaho agónico reanudara, reanudases el duelo contra el Ruido mortal que llevaba años atronando el continente.

 

Con desgarro, transportado por el artificio portentoso de un compatriota tuyo, te vi durante todo ese tiempo, Vladek, y no pude evitar que se me escaparan las lágrimas, por ti y por todos nosotros, hermano mío. A pesar de esto, se presenta al protagonista principal como un hombre que a pesar de sufrir tal degradación, vivir el exterminio, ver enviar a la muerte a todos los suyos, ha logrado subsistir, no ha sido vencido, el régimen no ha logrado tomar su dignidad y esperanza. Esta demás decir que ha sufrido inhumanamente, pero el film nos invita a observar que ha superado la situación de crisis, día a día, mes a mes, año tras año. No se observa que haya presentados síntomas de una crisis patológica, más bien ha sido victimas de una serie consecutiva de situaciones extremas de las cuales ha logrado resignar lo perdido, no sin esfuerzo. Ha logrado encontrar respuestas con acciones concretas, como ha sido ayudar a la resistencia ocultando armas, compartiendo alimentos. El solo hecho de ocultarse para sobrevivir, nos da la pauta que veía un futuro posible a pesar de todo. A lo largo de los años de guerra, el protagonista ha encontrando respuestas frente a sucesivos cambios súbitos en su condición de vida y ha podido elaborar internamente esos cambios. Demás esta decir que estas condiciones son la base por la cual sus vivencias han sido llevadas al cine, y sin duda – así nos lo demuestran los relatos de otros sobrevivientes – no ha sido el único sujeto con tal fortaleza yoica y capacidad de adaptación. Es una película que va desgranando sus facultades, por pequeñas gotas de genialidad. Crudeza mezclada con una realización tan inteligente que sólo un maestro, un genio puede realizar. Es el caso del polémico y genial Roman. Genial película, geniales actuaciones y genial desenlace, por no hablar de la espeluznante trama. Una fotografía que expresa más que mil palabras de diálogo...

 

 

 



       La escena de la visión en plano semi-subjetivo del protagonista mirando desde su ventana acontecimientos de la guerra, destruyendo edificios y matándose gente, es simplemente espectacular, por no hablar de la escena en el café tocando el piano y la caída de la bomba o cuando él recorre las calles de Polonia con miles de niños y mujeres muertos, con cadáveres semipudridos. Señoras y señores, esto es cine, Cada vez que recuerdo la secuencia me quedo sin palabras. Su estilo es diferente al de "la lista de Schindler" de Spielberg (otra obra perfecta): es más seco, más crudo, más directo. También su director posee una habilidad narrativa, buena fotografía, música cuidadosamente seleccionada y unas actuaciones enormes. Después de una frenética búsqueda de algo que comer por las ruinas de las casas bombardeadas y escapando de los nazis, Szpilman encuentra una lata de pepinillos Ogorki en conserva, pero nada para poder abrirla. Después de continuar buscando, encuentra algunas herramientas junto a la chimenea e intenta abrirla, pero entonces se da cuenta de que un oficial alemán le observa, un capitán homosexual, amante de la música y el arte Wilm Hosenfeld, que al instante se da cuenta de que Szpilman es judío. Al enterarse de que había sido pianista, Hosenfeld le lleva hasta un piano y le pide que toque algo. En ese momento un decrépito Szpilman ejecuta una desesperada pieza de Chopin (la primera balada Op. 23 en sol menor) ante un Hosenfeld que se compadece de él y, a la vez muestra su admiración tras la interpretación, de manera que no solo no le delata, sino que le esconde en el ático del edificio, como si fuera ahora el solo y le lleva a diarios un abrelatas y comienza a pasarle comida con regularidad. No cae en la sensiblería barata, y eso se agradece. Deja al espectador las reflexiones que pueda pensar de la relación de los dos hombres, un nazi homosexual que desea que se haya reubicado en el mundo real contemporáneo.

 

 

 

 

No descubro nada si afirmo, o mejor, confirmo algo que todo el mundo sabe, y es que el drama sin implicación no sirve de nada, que viene a ser algo así como una libre versión de aquello de "la potencia sin control no sirve de nada", sólo que más respetuoso.... estamos hablando de un grande del cine… Yo, por mi parte, aborrezco términos como los de "sobrevalorado" o "impostado", pues soy consciente de que la opinión de uno es simplemente eso, su opinión, y nadie es quien para decir que fulanito o menganito se equivocan y que aquí el que manda es él, porque los tiene más grandes. Nada de eso. Yo únicamente digo que, ojo, en mi caso, se ha producido, casualmente,  una falta, inexplicable, la verdad, de, en efecto, empatía, o interés emocional, llámenlo como les plazca. Y digo inexplicable porque, hablamos del Holocausto nazi, de la mayor y más conocida ida de olla jamás experimentada por el hombre; del mayor y más conocido, y reproducido, sufrimiento jamás atravesado por el hombre. Si ante eso no te emocionas debe ser porque careces de algún órgano o conexión neuronal imprescindible. Y si aun así eres consciente de que la película es buena, por más que te haga sentir totalmente indiferente ante tamaña desgracia, lo tuyo entonces tiene nombre: sadomasoquismo crítico, o lo que es lo mismo, te encanta que te fusilen. Así que aquí estoy, sabedor de que Polanski ha hecho un genial trabajo de atmósfera y ambientación, cuidando todos los detalles; sabedor de que la historia tiene gancho y no aburre, y además está bien contada; en fin, de que es sólo opinión de uno el afirmar, que sí, que a mí este drama llevado a la pantalla, igual que transcurre, se me pasa...Estamos tan acostumbrados a la desgracia humana, que ya ven, todo nos resbala. Melodía al piano incluida, que, y esto sí lo digo muy en serio, me ha parecido IMPRESIONANTE.. He vuelto a verla unos años más tarde con la coplilla en la cabeza de que era la mejor adaptación de un libro que jamás había visto y no defraudó. Otra vez recordé aquellos párrafos de un pianista encerrado en un ático que me sobrecogieron de una manera tal que ahora se me siguen poniendo los pelos como escarpias cuando viene a mi mente todo lo que sufrí con las páginas de aquel libro.


 

 

 

Valorándola como adaptación de la obra literaria sigue siendo sublime, Polanski capta todo lo que el autor nos intenta transmitir trasladándolo a una perspectiva que llama la atención al tratarse de una biografía, pero le da un punto de creación que le concede más mérito a la dirección. Es una película de multitud de matices, situaciones inacabadas pudieron haber sido corregidas desde la silla de dirección, pero eso no hace desmerecer una adaptación que, en conjunto, es increíble. En ningún momento se dirige a sentir pena del pueblo judío, ni mucho menos; como intentó hacer el autor en su día, se trata de contar algo más, de reaccionar en contra del maniqueísmo, de no culpar ni odiar, de hacer autocrítica, incluso, lo cual es algo que ya se echaba de menos en este tipo de obras Polanski da clases a muchos que intentan adaptar y calcan, que fallan en el ritmo, que copian; Polanski fabrica una obra independiente y coherente, Polanski crea y destruye lo que no le gusta, Polanski ADAPTA. Quitándole el trasfondo de obra autobiográfica, es correcta... Como ya he dicho, meter un flujo narrativo del estilo en esta película me satisface enormemente, pues la voz en off  resalta en todos sus aspectos. Las actuaciones soberbias, el ritmo, lento en todo momento, pues así lo requiere la historia, es totalmente adecuado, aunque quizá sufra algún altibajo en ciertos momentos, lo que la hace parecer larga, pero el director sabe cómo hacer retornar a cualquier espectador despistado, consigue que te pongas en el papel del protagonista, que te plantees el qué haría yo, fundamental en una historia de este estilo, a lo mejor porque la experiencia propia es la mejor virtud a la hora de narrar, a la hora de formar un personaje. Además, dotando a la obra de una banda sonora excelsa, consigue que la ambientación necesaria, magnífica, aunque maltrate a algunos personajes, como al hermano de Vladek. Aún así, dicho todo esto, estamos hablando de una obra mítica de auténtico culto.

 

Hollywood quería adaptar al cine La lista de Schindler y el proyecto pasa por varias manos: Scorsese dice “no puedo hacerla, no podría ser objetivo porque soy judío”, Polanski “además de ser judío yo viví en ese gueto de Cracovia, no puedo hacerla”. Tras varias discusiones con Spielberg, también judío finalmente la dirige. Años después te arrepientes de no haberla dirigido y ¿qué haces?. Pues haces otra maravilla. En cierto modo recuerda a Kubrick, que rechazó dirigir El exorcista  y luego para desquitarse rueda El resplandor. Todos quedamos sobrecogidos con esta película. Las comparaciones con el trabajo de Spielberg fueron inmediatas pero sucedió algo que pocas veces ha sucedido en la historia del cine: ambas películas gozaban del favor de público y crítica y en la comparación nunca salía una por encima de otra. Las dos son obras maestras. La película está llena de grandes momentos: un comienzo en blanco y negro rodado como lo hacían las cámaras de entonces (¡sólo con esto ya nos está diciendo Polanski que todo lo que vamos a ver fue verdad, “ha sido recogido por la cámara”), cómo poco a poco pasan de “los judíos deberán identificarse con la cruz de David” a son salvajemente asesinados, las bellas imágenes de Szpilman tocando el piano.... La primera vez que se nos muestra a los nazis irrumpido en las casas, arrojan a un anciano inválido por el balcón, tirotean a los judíos y se alejan en un coche pasando por encima de uno de los que, todavía, no había muerto..... Terrorífico.....Y eso sin contar una de las mejores frases de la película, tan sencilla como eficaz: Nuestro pianista lleva el abrigo de un oficial nazi en pleno invierno, desnutrido y enfermo, los soviéticos le disparan y cuando ven que es polaco preguntan: “¿Por qué coño lleva ese abrigo?”...

 

 Szpilman responde con la mejor respuesta: “Tengo frío”.

 

 

 

Magistral obra de Polanski que nos refleja la dura realidad que a principios de los años 40 vivieron miles de personas; la invasión de Polonia por parte del tercer reich  y la consiguiente masacre del pueblo judío. Spilzman, un reconocido pianista judío interpretado por Brody, sobrevive a la deportación nazi hacia los campos de exterminio del este a los que su familia ha sido enviada. Es entonces cuando vivirá el verdadero horror de la guerra en su pleno esplendor. El insomnio, el hambre, la soledad y el miedo entran en combate con las ganas de sobrevivir del protagonista. La actuación de Brody es soberbia. En sus ojos se pueden leer las terroríficas vivencias que en su tiempo miles de judíos habrían vivido. Su extrema delgadez contribuye satisfactoriamente al dramatismo que el personaje se ve obligado a sufrir. Brody hace de su personaje a lo largo de todo el film una autentica retahíla de simbolismos, desde sus manos, citados ojos o exasperantes respiraciones hasta los propios andares del mismo.Sellada con un dramatismo casi omnipresente a lo largo de toda la obra y con una exquisita incorporación de cierto “macabrismo” Polanski introduce con suma sutilidad silencios en las escenas mas escalofriantes, duras y dramáticas del filme (el silencio se hace dueño de la sala de cine y hacen ver al sujeto que esta ahí sentado en la sala la cruda realidad), así como piezas de piano en las que el espectador puede identificar el estado de animo de Spizlman

 

La historia puede ser dividida en dos partes bastante bien diferenciadas. En la primera se pueden observar los desbarajustes sociales y económicos que se están viviendo dentro del guetto en el que nuestro protagonista es "prisionero" junto a su familia. Durante dicho fragmento los Spilzman se las ingenian para llegar a fin de mes en primeros instantes, comer mas tarde y finalmente sobrevivir ante lo que lamentablemente para ellos es inevitable. En la segunda parte de la obra asume todo el peso del reparto nuestro personaje principal. A pesar de no ser enviado a los campos de concentración, él sigue preso en una "celda" aristada por paredes quebradas, ventanas rotas, tejados inestables y aceras plagadas de cadáveres, por no hablar de un carcelero asesino que más que carcelero cobra el papel de verdugo. Sin duda alguna unos de los mejores dramas bélicos de la historia del cine, plagado de simbolismo; con un vehemente ritmo que hace que a pesar de su dureza no te levantes del asiento. Polanski introduce muy sabiamente piezas del romántico Chopin a la par de numerosos silencios musicales que hacen de la película un verdadero relieve sonoro de suma belleza. Las escenas más dramáticas, escalofriantes, impotentes o atosigantes se destacan por la ausencia de música alguna. El silencio musical se convierte en banda sonora por múltiples momentos, los gritos de mujeres, la inocencia de un niño reclamando a voces a su padre o el simple caminar de un pelotón de soldados nazis cobran especial protagonismo introduciéndonos aun más en el pellejo de Spizlman. Véanse fragmentos como: Cuando los judíos están a punto de ser enviados a los campos de concentración y esperan al tren. El atosigante calor, el llanto de una madre por mandar a la muerte a su bebé, un niño muriéndose de sed y una madre reclamando agua para el mismo. Y silencio.  Spizlman recorre las calles que le vieron crecer. Niños fusilados, madres fusiladas, hombres fusilados, casas destrozadas... Y silencio. Solo el llanto del protagonista suena por las calles de Varsovia. Poco después se introduce con suma sutilidad música. Spizlman se esconde en un hospital ante el asedio alemán. La escena de los cadáveres quemándose es durísima, así como cuando se escapa del susodicho hospital y salta el muro que le separa del resto de la ciudad. Una escalofriante imagen de Varsovia destruida, muerta, habitada solo por un Brody que a medida que trascurre la película su papel se va volviendo perfecto.

 

 

Cuando Spizlman esta en el hospital sentado en una silla comienzan a sonar bellas notas de piano que son acompañadas por gestos del protagonista como si un piano estuviera tocando. La nostalgia, la necesidad de sentir en esos momentos tan angustiosos y solitarios la compañía de su instrumento. Inolvidable escena del protagonista en compañía de un alto mando nazi que le hace tocar el piano. La pieza magníficamente metida nos hace sentir impotencia, miedo y soberbia. Bajo una poblada barba y unos dedos de aparente flaqueza pertenecientes a un judío sucio se hace ver que la música es un idioma internacional de tan suma belleza que hasta un nazi puede sentirse emocionado y atraído  físicamente con la misma. Es, sencillamente, de las mejores películas que nunca he visto. Aunque el tema sea crudo y desagradable, Polanski la sabe llevar adelante con una gran elegancia y humanidad. Es una de esas películas que te dan que pensar. Nos muestra la guerra desde un punto de vista humano como pocas películas del género. La actuación de Adrien Brody es soberbia. Además, el gesto que tiene ya de por sí su rostro, le viene que ni pintado para el papel. No me extraña nada que lo premiaran. Refleja perfectamente lo que una persona sufre cuando debe poner en práctica el instinto de supervivencia. Una película así sólo aparece una vez cada mucho tiempo. Muy recomendable. Hoy en día,  casi veinte países del globo se encuentran en situación de conflicto armado o guerra. Así mismo casi 1.000 millones de personas sobreviven en situación de pobreza. Un continente está siendo diezmado por enfermedades y pandemias. Los regímenes dictatoriales siguen existiendo. Y todavía nos atrevemos a llamarnos a nosotros mismos una raza superior, a considerarnos seres racionales, a tener la desfachatez de consentir que un niño crezca sin padres o que un anciano muera solo en las calles; a asesinar miles de vidas por una idea distinta, por una religión diferente. A disfrazar con moralidad la no cooperación en la solución para pandemias que arrasan – sobre todo – con la parte débil de la población. Aún después de siglos y siglos de civilización, los seres humanos hemos sido incapaces de conseguir un equilibrio estable entre culturas, ideas, sistemas o economías. En historia moderna el ejemplo más claro de una barbarie de escala mundial, es el Régimen Nazi y su exterminio sistemático de los judíos.


 

Y Polanski sirve con esta incuestionable obra maestra los horrores de la tortura humana más allá de la muerte. Cuando veo o leo esta clase de hechos (que claramente no me ha tocado vivir), no puedo sentir más que una devastadora decepción por lo que una persona, que nace como cualquiera, que crece como cualquiera, que muere como cualquiera; puede llegar a ser capaz de estar tan deshumanizado, por si mismo o por el sistema que lo controla, para llegar a ser capaz de no sentir un leve escalofrío cuando quita una vida, o lleva vidas a ser quitadas. Los Nazis son habitualmente retratados como el alma negra del ser humano contemporáneo. Pero hoy en día también se dispara a civiles por las calles, también casi se pisotea a algún agonizante en las aceras, también se defienden con principios lógicos el asesinato racial, religioso, de género...Ver El Pianista no es una experiencia agradable. La congoja, el dolor, y la indefensión se apodera de todo ser que aún conserve cierta esperanza en la raza humana. Polanski y Brody llevan al espectador por un viaje emocional mediante miradas a través de ventanas y tras murallas de la Varsovia de la Guerra, pero ver en primera plana esos horrores, como se desmorona una civilización entera, produce una sensación inolvidable. Pero además el poder dramatúrgico de la historia es encomiable, tanto en el plano histórico como en el personal (en cuanto al protagonista y su música; sobrenatural Adrien Brody). El realizador Roman Polanski, que sobrevivió cuando era pequeño al gueto de Cracovia donde su madre falleció en un campo de concentración, se ha sumergido en sus recuerdos más íntimos de la infancia para narrarnos la odisea de un joven pianista de la radio polaca que en 1936, cuando los nazis invaden su país, es apartado de su trabajo y es recluido en el gueto de Varsovia junto con toda su familia y con los millones de judíos de la ciudad. Polanski nos muestra perfectamente cómo la vida se va degradando poco a poco "gracias" a que los alemanes van eliminando a quienes se les antoja y los judíos son deportados a un campo de exterminio, mostrando una lucha imposible por los protagonistas para sobrevivir. 'El Pianista' es una película sobrecogedora y emotiva, quizás la más personal de la larga filmografía de Polanki y que además está basada en las memorias de Wladyslaw Szpilman, personaje que borda Adrien Brody con el que se hizo con la estatuilla como mejor actor y le dio paso a abrirse por el mundillo de Hollywood. La película obtuvo además los Oscar al mejor director y al mejor guión adaptado, además de la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Una cinta que os dejará helados por su crueldad, su realismo y su soberbia visión sobre el holocausto. Imprescindible.

 

 

 

 

Aunque el oficial alemán haya ayudado a Vladek por su amor y por la música, no merecía que éste le hubiese devuelto el favor. En la balanza pesaban muchísimo más sus crímenes. A destacar el momento en que firma informes (posiblemente autorizaciones a ejecuciones en masa) con la foto de su familia en segundo plano.Y llama mucho la atención la humanidad del músico Lednicki cuando le dice a Vladek que no estuvo bien el hecho de insultar a los prisioneros alemanes. La vida es compleja, y la dualidad una de sus formas más persistentes. El film se centra de esta manera en el horror y la belleza a un mismo tiempo. La segunda guerra mundial, el ghetto de Varsovia, el exterminio de los judíos, la conspiración y lo excelso de la música ejecuta por un pianista virtuoso. Una escena podría definir el tono de esta película de Polanski: el protagonista, escondido en un apartamento, moviendo sus dedos en el aire por encima de la teclas de un piano, para no hacer ruido y ser descubierto, imaginando su sonido. La historia no se fija en la guerra de lleno, ametralladoras, trincheras y hombres cayendo en el campo de batalla, pero se la puede imaginar, como en un cuadro, cada pincelada va definiendo el paisaje total. Los rusos, aliados, salvan a Polonia de la ocupación alemana. La guerra empieza con la película y termina con ella, comprimiendo así una cronología que es clara y comprensible. La crueldad sin motivos está a la vista, pero también la ganas de vivir a toda costa y el arte que siempre salva, en este caso la música que es capaz de amansar a las fieras. Es un cótel exquisito pero fuerte de digerir. Un films logrado, bien contado, desde un peculiar punto de vista y que vale la pena ver.

 

El pianista es una de las películas que refleja con mayor exactitud una situación tan dramática como la dada en la segunda guerra mundial y más concretamente el holocausto judío. El pianista se desmarca de todas esas películas que ofrecen la visión bélica del conflicto y se centra en la faceta humana a través de un pianista, que gozará de ciertos privilegios por su posición con respecto a sus allegados pero que sufre igualmente las horribles condiciones infrahumanas del contexto en el que se encuentra La película está bien rodada y todo es muy realista, con la crudeza necesaria para mostrar una realidad que existió pero sin sobrepasar la línea de lo inapropiado, siendo visionable también para aquellos que gozen de especial sensibilidad de cara a este tipo de film, aunque tenga más de un momento duro durante su metraje.La música es inexistente excepto cuando el pianista toca sus canciones, lo cual da una especie de sensación de documental muy curiosa haciendo que olvidemos que estamos viendo una película. Las dosis de dramatismo son lo suficientemente grandes como para no necesitar de una música que conmueva de más al espectador, el cual se verá sorprendido en ás de una ocasión ante lo que ocurre por la ausencia de una música introductoria. Las actuaciones son excepcionales, aunque quizá se eche un poco más en falta mayor empatía o melancolía por parte del protagonista hacia su familia. Además, los saltos temporales son demasiado convergentes y por ello el espectador se sentirá perdido en lo que al tiempo se refiere, acabando por no saber cuanto tiempo ha pasado entre hecho y hecho. Con sus más y sus menos, es innegable que el pianista es una de las películas que mejor reflejan aquel desagradable episodio de nuestra historia, centrándose en el pueblo y dejando de lado cuestiones gubernamentales o militares en una cinta con una duración más que apropiada. No cabe duda de que Polanski es todo un director de orquesta, que sabe como mezclar melodía, armonía y ritmo. "Polanski reconstruye con hermosura el espanto"¿Como puede reconstruirse el espanto y además hacerlo con hermosura?. Porque, para mi, el espanto es espanto y nunca puede ser bello. Y el holocausto judío, nos lo cuenten como nos lo cuenten fué espantoso, horrible, abominable y quienes lo hicieron posible son absolutamente indignos de ser llamados personas. Digo esto pero también digo que la película me ha gustado. Y me ha gustado mucho. Y ustedes dirán probablemente: "No es malo que sea tan dura, así nos impacta mucho mas, así nos hace ver las cosas como realmente fueron... Lo que allí pasó fue duro, cruel e inhumano .." Si, tienen razón, pero miren...tanta dureza me impide disfrutar un tanto de escenas impresionantes y especialmente en mi retina se han fijado dos: Unas manos sobrevolando el teclado de un viejo piano pero sin ni siquiera rozarlo para no romper un silencio que significa la vida y unas manos tocando y rompiendo el silencio de una mansión en ruinas bajo la atenta mirada y los oídos atentos de un oficial alemán...

 

La sensibilidad no sabe de svásticas. Y es por eso que me duele tanta dureza - ojo, sé bien que la hubo y más...- porque estoy plenamente convencido que habría buenas gentes en ambos lados.

 


Y me viene a la memoria la escena del soldado (en Sin Novedad en el Frente) pidiendo perdón al soldado enemigo al que acaba de matar). Adrien Brody, genial, la música genial, la fotografía genial ( el camino entre la ciudad en ruinas es sobrecogedor)... Todo genial...


Gracias Polanski por aquellos alemanes que les conmovían las notas de un piano.