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DE AQUÍ A LA ETERNIDAD

 

 

 

 

 

 

A todos los cinéfilos nos pasa, lo sé por los muchos comentarios y es que, aunque hayamos visionado un film varias veces, en épocas diferentes o con estados de ánimo cambiantes, siempre que volvemos a verla, nos tropezamos con secuencias casi inéditas, con detalles que en esas ocasiones pasaron desapercibidos, o sabemos un poco mas de los problemas que tuvieron que solventar al realizarla, las circunstancias que se crearon entre sus protagonistas, etc. Son esos retazos mágicos que nos hacen considerarla, cuando la obra nos atrapa, sin dar opción a pensar en nada que no sea el sólido trabajo de un director. DE AQUÍ A LA ETERNIDAD, reúne toda esta serie de tropiezos o hallazgos, los tiene porque el film es un producto impecable, bordado en una sucia sábana, donde las puntadas resaltan danzantes debido al color rojo con que la aguja atraviesa la tela, ofreciendo un resultado tan bello como si el tapiz utilizado hubiera sido escogido entre las mas exquisitas de las sedas. DE AQUÍ A LA ETERNIDAD, es sin serlo, una hermosa, tierna, estremecedora, sensual y trágica historia coral, donde hombres y mujeres entonan al unísono una melodía desgarradora, como presagio de lo que les espera.

 Yo la considero una de las mejores películas de la Historia del Cine, obra redonda, que roza una vez mas la maestría del padre de la criatura: Fred Zinnemann.

 

 

Superproducción dirigida Zinnemann, es su film muy galardonado y quizá uno de los que mas adeptos tiene. El guión, es de Daniel Taradash, que adapta libremente la novela “From Here To Eternity”, de James Jones. Se rueda en escenarios naturales y reales de Hawaii durante 41 días, con una inversión de 2 millones de dólares. El film fué nominado a 13 Oscar y ganò 8 (película, director, guión adaptado, fotografía en B/N...), producido por Buddy Adler para Columbia, y se estrenó el cinco de Agosto de 1953.

La acción tiene lugar en Hawaii, acuartelamiento de Schofield, Pearl Harbour, Honolulu, a lo largo de los tres meses anteriores al ataque japonés del 7-XII-1941. Las vidas entrecruzadas de los soldados Robert E. Lee Prewitt (Clift) y Angelo Maggio (Sinatra), de los sargentos Milton Warden (Lancaster) y James R. “Fatso” Judson (Borgnine), del capitán Dana Holmes (Ober), de la vulnerable Karen Holmes (Kerr) y de la prostituta Alma-Lorena (Reed), dan lugar a una eclosión de pasiones humanas desbordadas, que convierten la vida en el archipiélago en un polvorín de injusticias, abusos de poder, envidias, odios, afanes de venganza, extorsiones y romances imposibles, a punto de estallar. Prewitt es testarudo, Maggio bromista y alborotador, Warden un trabajador eficiente, Judson es racista y sádico, el capitán Holmes tiránico y despótico, Lorena es interesada y soñadora y Karen Holmes es una mujer insatisfecha, frustrada, refinada, pero ninfomana. El film suma drama, romance y guerra, adaptada sobre una novela de éxito, seis años después de la II guerra mundial y el comienzo de la Guerra de Corea. Es una brutal y estremecedora crítica de la corrupción, sadismo y mezquindad que se da en el Ejército en tiempos de paz. En busca de emociones fuertes. Contextualiza la crítica antimilitarista en un ambiente marcado por el adulterio y la prostitución. La película, al objeto de evitar problemas con la rígida censura del Código Hayes, suaviza la crítica antimilitarista, que es trasladada de la institución a solo casos aislados, incorpora elogios a las instituciones militares y elimina las blasfemias y el prostíbulo. Este film centra la atención en cinco temas principales: el adulterio, la prostitución, la corrupción, los castigos sádicos y el alcoholismo, sin abandonar su tono mesurado. El realizador y guionista se apoyan más en la sugerencia y en las indicaciones veladas, que en una demostración directa. Construyen con el apoyo de unas interpretaciones magistrales y un gran guión, atmósferas de tensión y dramatismo a gran nivel. No desarrollan una acción dramática única, sino un entramado de dramas paralelos y simultáneos, de características específicas, que conforman un conjunto denso y sugerente. DE AQUI A LA ETERNIDAD, si hubiera sido rodada hoy, en pleno siglo XXI, hubiera tomado otros caminos, tal vez equivocados, tal vez mas caóticos, pero le faltaría ese velo de sentimientos humanos que rozan todas las secuencias de una película de culto.

 

Zinnemann enfrenta al héroe con dilemas morales a la hora de actuar. Aborda, adicionalmente, los temas del valor y del honor. De acuerdo con los parámetros propios del momento, los analiza en términos exclusivamente masculinos. No es valor humillar a los compañeros o abusar de ellos. No es honorable la extorsión, el chantaje moral y la corrupción. Es valor defender el bien de los demás con riesgo de la propia integridad física o de la propia vida. Es honor cumplir los deberes que se tienen con los demás y con uno mismo. No se cumple el deber exigiendo lo imposible. El título de la novela original y del film está tomado de uno de los últimos versos del poema “Gentlemen Rankers”, de Rudyard Kipling. La novela, de James Jones, forma parte de la trilogía del autor sobre la guerra junto con “La delgada línea roja” y la inacabada “Silbido”.

La escena más famosa es la del doble beso de Burt Lancaster y Deborah Kerr en la playa. La escena se compone de planos rápidos y cortos de luz. Supuso en su momento lo máximo posible bajo la rígida censura del momento. El papel de ninfómana de Kerr recuerda en cierto modo el que la misma actriz representaba en “La noche de la iguana”. La no aceptación de las tendencias lésbicas de Hannah Jelkes y la no aceptación de la ninfomanía de Karen, son causa en ambas de frustración y angustia. Columbia con esta película y con otras posteriores, como la impagable Picnic, contribuyó a ensanchar los estrechos límites impuestos por la censura. Las interpretaciones de Lancaster, Clift, Reed, Kerr y Borgnine son sobresalientes e importantes en la trama, están magistrales. La música, de George Duning, ofrece una partitura original breve, de funciones ambientales, que cumple con eficacia. Añade canciones hawaianas, festivas, y al piano en el Club con temas sensuales. La fotografía, de Burnett Guffey, hace uso de un blanco y negro que acentúa el realismo y el dramatismo de la acción. Crea imágenes contrastadas y perfiladas con maestría, que evocan ciertas aspiraciones documentalistas, añadiendo filmaciones reales del cruel ataque japonés. Pienso que como no se contextualice el cine de esa época, en especial el género bélico, todo el séptimo arte podría pasar por estar mancillado de tópicos, política de salón y propaganda.

Hace apenas unos años, presencié una especie de remake sobre el ataque a Pearl Harbour. Si esa horrible versión protagonizada por Ben Affleck, cargada de estereotipos, barras, estrellas y demás bufonadas que baje Dios y lo niegue, por mucho que hayan introducido color, efectos especiales de ordenador, elementos políticamente correctos como un marine negro y un japonés debatiéndose entre remordimientos llorando la desgracia que imponen los tiempos de guerra. Afortunadamente los cinéfilos, los que valoramos el buen cine, no podemos estar de acuerdo con estos Films-remake, porque nunca pueden convencernos y me enorgullece que “De aquí a la Eternidad” haya superado el duro paso del tiempo. Sigo insistiendo en que hay que contextualizar las películas en su época y no desistir siempre, cayendo en el trillado discurso de que la propaganda en el cine barre para casa. Eso es más que evidente y más aún en estos géneros. Sólo hay que tomar distancia y entretanto que venga quien sea a proponer impedimentos politizados para gozar de una excelente película como es esta, porque es perder el tiempo. A ver quién tiene la valentía con lo que se hizo con las películas de indios y vaqueros… !!!coherencia por favor...!!!
 

DE AQUÍ A LA ETERNIDAD, regala una de los momentos más logrados de la historia del cine. Memorable, demasiado rápido bajo mi punto de vista.....Burt Lancaster y Deborah Kerr se funden en un abrazo, creo que sin precedentes, al menos es lo que me viene a la mente ahora mismo, como la escena romántica por definición de la gran pantalla. Yo hubiese deseado que se los tragase el mar. La única vez, por otra parte, en la que Deborah, pudo resarcirse de su corona de virgen. Transmite todo eso y más, especialmente por parte de ella, el momento es increíble, sensual, brutal, pero de una sensibilidad que solo pueden crear actores de la talla de Burt y Deborah, o la maravillosa secuencia en la arena, cuando ella aparta la cabeza hacia atrás, como dejándose llevar por la pasión, el aire....el olor a mar, el tema musical de fondo todo lo envuelve, ofreciéndonos cine 100 por 100.... y ésto realizado en tiempos críticos de censura. Entiendo a los protagonistas, me pongo en su lugar y me dejo llevar por el sentimiento, el morbo de lo prohibido...¿Existe algo mejor?... Nada hay como dar rienda suelta a los instintos, comerlos, bebértelos y dejarse acariciar por la otra piel, bajo el aire, el calor de un sol endiabladamente cómplice. 
 

Y otro momento de la película. Un abatido Monty Clift agarra su trompeta, interpreta su dolor por el amigo muerto, su pena y consigue hacerla vibrar, vivificando a todos los compañeros, esos mismos marines que al día siguiente, seguramente mueran en el bombardeo a Pearl Harbour. Monty, excelente, prodigo e inolvidable hombre y actor, nos contagia con su trompeta, un minuto de gloria... Solo por esto merece que la película pueda visionarse cientos de veces.
 

No podría dejar a un lado a Frank Sinatra, papel que consiguió con ayuda de la mafia..., pues su carrera como actor estaba atravesando un serio bache,  interpreta a un personaje aburridísimo, es un pobre payaso interminable, oscuro y lento.... ¿Como pudieron darle un Óscar?... sin comentarios...Quizá la sombra y la presencia de Monty influenció mucho, pero a mi personalmente no me seduce hablar de un hombre que a pesar de tener una de las mejores voces de la historia de la música, su presencia y su trayectoria como hombre de cine, introducido plenamente en la política de EEUU, deja un sabor amargo y difícil. 

En más de cuarenta años como profesional del medio, Fred Zinnemann tuvo éxitos importantes en todas las décadas, pero fué en la de los 50 cuando dirigió tres de sus películas más importantes: SOLO ANTE EL PELIGRO, HISTORIA DE UNA MONJA y DE AQUÍ A LA ETERNIDAD, con esta última alcanzó la gloria, si por gloria se entiende el triunfo en los Oscar.
De que aquí a la eternidad tenía, ya de entrada, todos los números para triunfar... Para empezar estaba basada en una novela de éxito de James Jones, además ambientada en una academia militar en un momento crucial en la historia de Estados Unidos. El director venía de hacer una película legendaria como Solo ante el peligro, que hubiera merecido el Oscar el año anterior. Y por último, tenía un reparto imaginable, con cinco nombres inolvidables como cabeza de cartel. Creo que De aquí a la eternidad traspasa el umbral reservado a la grandes obras maestras, y que, con los ingredientes mencionados, no era difícil alcanzar. Obviamente se trata de una película sólida y de mucho empaque, con interpretaciones notables en un momento critico para la historia. Pero, esto es mas que obvio. La historia transcurre en Pearl Habor. Cinco personajes componen un entramado de relaciones personales que va desde la amistad, el amor, la pasión, todo ello mezclado con la ambigüedad entre el personaje de Monty y el nefasto Sinatra, una amistad de la que se podría escribir mucho. Pero todo no va a ser sentimientos, la venganza, el chantaje y finalmente la muerte también hacen su aparición siniestra. Fred Zinnemann se enfrentó a la historia con la seguridad de quien sabe que puede estar a la altura de las circunstancias, y sabiendo que con el material de partida y esos actores la mayor parte del trabajo estaba asegurado. Su trabajo es solvente, hace de la narración algo fácil, que fluye con naturalidad, pero desgraciadamente no asume riesgos y al final toda esta solidez no deja de resultar un poco convencional.
La película consigue el mejor momento con la memorable secuencia de la playa, secuencia como dije anteriormente, rompió moldes en su época, pero que quedó como algo puntual en una historia que se contiene brillante. La presencia en papeles inusuales de las habitualmente recatadas Deborah Kerr y Donna Reed, ahí no creo que explote totalmente todas las posibilidades por más que ellas, especialmente la segunda, estén espléndidas. La mejor parte es la que concierne a Montgomery Clift, y a esa amistad extraña y de trágicas consecuencias que mantiene con Frank Sinatra. Juntos conforman un dúo excelente, sobre todo por Clift, que tuvo que animar constantemente a un cadáver humano y ayudar en muchas ocasiones a Frank Sinatra, cobrando su relación una galería que por sí sola, merecería un film aparte. Ambos dibujan momentos muy emotivos de una historia oscura y ambigua que, no pudieron finalizar caminando ambos hacia ese lugar llamado Manderley.
 

La siempre estimulante presencia de Burt Lancaster termina de redondear el reparto de un film que desprende toneladas de profesionalidad. Es complicado encontrar una película que refleje mejor la vida en un acuartelamiento que DE AQUÍ A LA ETERNIDAD, aunque es verdad que para poder percibirlo con completa nitidez hay que haberlo vivido, como pasa en todos los caminos de la vida.. Es lo que más me ha impresionado, siempre en cada toma el grado de verosimilitud de cada una de las escenas, algunas hiper-realistas y de frialdad latente. Ver como se relacionan entre si, como hablan, como contestan a sus superiores, como desfilan en el patio o el simple hecho de fumar un cigarro... absolutamente maravilloso. Nunca el público estuvo más cerca de sentir cómo se vive en un centro militar de esas características. Pero al margen de esto, debo decir que jamás he visto tampoco como un libro tan complejo, excelente, y rico en detalles, como es  la obra de James Jones, de casi 1.000 páginas es convertida en un guión perfecto de menos de dos horas. Nada extraño si analizamos a Daniel Taradash autor de "Llamad a cualquier puerta", "Encubridora o "Picnic", realiza aquí uno de los guiones más perfectos de la década de los cincuenta, que no fueron precisamente años fáciles. Comparar este guión con lo que hacen ahora, por ejemplo “Infiltrados”, es ver las miserias del cine que se hace en nuestros días.

Sería absurdo ir nuevamente desgranando uno por uno todos y cada uno de los méritos de este film otra vez, pero sí que me llama la atención que algunos critiquen a los actores cuando es uno de los repartos más espectaculares que recuerdo. Está visto que varios críticos conservadores de la época, bien por ignorancia o envidia, ensombrecieron levemente una película mas que notable. Bastaría con recordar solo las secuencias entre Monty Clift y la siempre magnifica Donna Reed, para hacer callar esas bocas malsanas.

 

 
La película no ha tenido mucha suerte con el tiempo, es verdad, ya se sabe... en blanco y negro... temas de militares norteamericanos que algunos les produce urticaria... las historias de amor no son canónicas, no hay tiros...ya se sabe....Pero sobre todo dirigida por un profesional con poca prensa cuando es uno de los mas grandes. Cuando se citan a los mejores directores de la historia del cine jamás veo a Fred Zinneman en las listas. Increíble. Cualquiera que conozca sus películas encontrará una de las filmografías más consistentes que recuerdo con varias obras maestras y otro puñado de películas muy buenas. Pero nadie le cita ni sale en las tertulias. No hay más que ver los comentarios que suscitó esta película comparada con otros clásicos. No nos aflijemos, ya estamos gente como yo para ensalzarlo y repetirlo hasta el paroxismo. La dirección de Fred Zinnemann es soberbia y demuestra que sabe que la cámara no son las maracas de Machín y que hay que Parar, Templar y Mandar para conseguir lo mejor. Y en esta logra secuencias muy buenas...hay por lo menos diez totalmente perfectas.

Destacar por último, la valentía de los responsables en sacar adelante un film en que en un entorno, como el militar, donde se supone que predominan valores como el honor y la lealtad, lo que en realidad nos muestra es lo contrario: la arbitrariedad que dan unos galones, la desobediencia, la infidelidad, consiguiendo su director, que el film transmita un aire de sordidez moral, y cierta carga erótica, no sólo en lo que se refiere a la amistad nada normal de Clift y Sinatra, o con el local de prostitución, sino en la relación entre Burt Lancaster y Deborah Kerr, de una enorme carga sexual.
 

Posee un excelente ritmo narrativo, que imprime el director, en el que las historias se van solapando, haciendo subir la tensión paulatinamente, hasta que finalmente ésta explota coincidiendo el desenlace emocional de los protagonistas, con el ataque japonés, utilizado aquí de una forma metafórica, huyendo de panfletarismos y propagandas. Un gran melodrama de los que tristemente ya no se hacen, aunque sea en un bellísimo blanco y negro..

Recomiendo verla nuevamente, con tranquilidad, en penumbra, con el sonido adecuado y los ojos abiertos descubriendo lo que aflora entre las líneas de unos diálogos sugerentes. Esto es lo que yo llamo BUEN CINE y al que le debemos el amor que podamos sentir por el Séptimo de los artes.